miércoles, 1 de mayo de 2013

Tres Heroínas en un Laberinto

El pasado 26 de abril se estrenó en la recientemente inaugurada, y muy acogedora, sala Nave 73 de Madrid la obra Heroidas (Medea-Ariadna-Fedra), con texto de Manuel Benito y una servidora, dirigida magistralmente por César Barló, y con Beatriz Llorente, Patricia Domínguez del Pino y Nora Gehrig en los papeles de cada una de las tres heroínas mitológicas. La iluminación y la escenografía, como muestra de la cual os dejo esta fantástica foto tomada por Julio Martínez, corrió a cargo de Rosa M. Sánchez y el vestuario, de Elsa Miguel Leal. En resumen, todo un equipazo con el que ha sido un honor y un placer con mayúsculas trabajar.
El Hades, el Laberinto, la espiral eterna.
Escenografía de Rosa M. Sánchez. Fotografía de Julio Martínez


Colgar focos, sujetar barras, trepar por vertiginosas escaleras, pasar la mopa una y otra vez por el suelo de la sala (¡tenía que estar perfecta!) y ajustar los tramos de cinta correspondientes a cada uno de los pasillos de nuestro laberinto me dejaron en los brazos un dolor de agujetas que resultó ser la señal palpable de la ilusión y la entrega de quienes estábamos allí. La mía, particularmente, se podría muy bien resumir en aquella frase de "si esto no es amor al teatro, no sé qué puede ser...".

Culminaba un proceso de varios meses que venía gestándose desde hacía otros muchos: el punto de partida es, hasta donde yo sé, algún buen día de septiembre de 2012 en el que César, alumno -como yo misma- de la primera promoción del Máster de Teatro y Artes Escénicas del ITEM, propone aunar el trabajo académico y filológico en que el Instituto del Teatro ya destacaba con la práctica teatral, en una serie de proyectos denominados Tres Vías. En su seno, al amparo de esta idea del entusiasta, emprendedor y genial director se unirían escenógrafos, autores, directores, filólogos y actores. La idea de participar en alguna de estas tres "vías", Vía Grecolatina, Siglo de Oro y Contemporánea, tuvo una acogida amplísima desde el momento en que el proyecto se hizo público para los miembros de las diversas promociones de nuestro Máster. Y ahí, a la sombra del carisma de César Barló, es donde entro yo, filóloga filologuísima, autora en ciernes que necesita escribir para respirar y amante del teatro en todas sus vertientes: al intuir un ámbito de trabajo que una la Antigüedad grecolatina con la teoría y la práctica teatral hasta un punto que hasta ahora había soñado tan sólo, los ojos me hacen chiribitas y, durante varias mañanas consecutivas, apenas puedo concentrarme en nada que no sea participar, ¡como sea!

Desde los primeros cafés tomados conjuntamente, director y filóloga parecemos estar en la misma onda. Barajamos algunas ideas iniciales (¿tal vez el Rudens?, propuesta del ilustre Antonio López Fonseca... ¿Tal vez Eurípides?, que siempre me resulta completamente actual), hasta que la chispa surge de la pluma de Ovidio. Leer las Heroidas es mantener con las mujeres que escriben las cartas a sus amantes, que las han traicionado o abandonado, o que esperan el desenlace (que sólo puede ser trágico) de sus historias, un diálogo siempre vivo, siempre creciente, siempre en evolución. Parece que te hablan desde las páginas. Caer en manos de César el libro y caer él enamorado de la poesía del autor latino, todo fue uno. Y la elección de los tres personajes en los que nos centraríamos, a pesar de momentos de duda y miedos diversos a precipitarnos en tópicos, no podía haber sido otra: dejaremos para otra entrada, tal vez, una explicación más detallada de mis viejas obsesiones mitológicas en torno al personaje de Teseo, y entonces, quienes no me conocen, hallarán en esto que digo pleno sentido.

Medea, Ariadna, Fedra, víctimas de hombres diversos que vienen a ser el mismo, con independencia del nombre que reciban, se encuentran en determinados momentos de su vida con el héroe ateniense. Representantes de tres edades diferentes del ser humano (madurez, juventud, adolescencia), de tres modos diversos de ver la vida (desde la amargura de quien acaba de recibir la traición hasta la inocencia del primer amor inexorable), de tres mujeres y de una única mujer, Medea, Ariadna y Fedra luchan contra la capa de polvo espeso de la fama ajena, se revuelven por salir del mundo de los muertos que es a la vez isla desierta, palacio opresivo y laberinto cretense, se rebelan -y lo hacen con furia y firmeza- contra el olvido definitivo.

Tanto amor al teatro y a la Antigüedad, tanto talento y tanto corazón como el que se ha reunido en este equipo, sólo podía dar como resultado a partir de una chispa, de una semilla mínima (aun cuando los cimientos ovidianos sean firmes como rocas, eso sí) un montaje tan hermoso, serio y contundente como el que acaba de salir de las sombras. Está todavía reciente, apenas estrenado.

Pero, lo sabemos, llegará todavía a multitud de espectadores a lo largo de este año.

jueves, 18 de abril de 2013

El origen del amor, o Platón y John Cameron Mitchell

¡Cómo nos gusta la pervivencia del mito en la modernidad y la post-modernidad! Tanto es así que, amén de una serie de borradores que pronto verán la luz, o eso espero (entradas que continúan aquella serie sobre el mito de Electra y Orestes en la actualidad), me veo obligada moralmente, ¡compelida!, a escribir hoy aquí acerca de...  ... del origen del amor. Alguno que me conozca bien dirá con razón "¡vaya, ya se ha puesto ñoña!".

Pues sí, es lo que tiene la primavera. Y el Griego. Y la reciente participación en los Certámenes de traducción de Griego de la SEEC. Y el fin cada vez más próximo del curso, con todo lo que ello conlleva: la tensión de los exámenes, la selectividad, la despedida de mis queridos chicos de 3er bloque...

Y, si a todo ello le sumamos Platón, el Banquete y el mito del Andrógino, que el grandísimo Aristocles puso en boca de un no menos grande Aristófanes, es posible emocionarse ya hasta extremos insospechados. De eso va esta entrada: de amor. Se ha hablado mucho sobre eso, y el tema resulta inagotable (¿habría literatura de no ser por el amor, en sentido amplio, en todas sus variantes?). Pero una de las impresiones más duraderas, aun cuando el mundo en general no lo sepa, es la que nos dejó el mito del Andrógino, relatado, como decimos, por Aristófanes (se trata de un recurso, claro está) en la obra de Platón. Desde hace unos días, va ya para dos semanas, tengo la suerte de compartir con mis alumnos la descripción del tercer γένος de seres humanos que, dice el mito platónico, existía antaño, además de lo simplemente femenino o simplemente masculino. Me conmueve la finura de estas palabras:

ἔπειτα ὅλον ἦν ἑκάστου τοῦ ἀνθρώπου τὸ εἶδος στρογγύλον, νῶτον καὶ πλευρὰς κύκλῳ ἔχον, χεῖρας δὲ τέτταρας εἶχε, καὶ σκέλη τὰ ἴσα ταῖς χερσίν, καὶ πρόσωπα δύ' ἐπ' αὐχένι κυκλοτερεῖ, ὅμοια πάντῃ· κεφαλὴν δ' ἐπ' ἀμφοτέροις τοῖς προσώποις ἐναντίοις κειμένοις μίαν, καὶ ὦτα τέτταρα, καὶ αἰδοῖα δύο, καὶ τἆλλα πάντα ὡς ἀπὸ τούτων ἄν τις εἰκάσειεν. ἐπορεύετο δὲ καὶ ὀρθὸν ὥσπερ νῦν, ὁποτέρωσε βουληθείη· καὶ ὁπότε ταχὺ ὁρμήσειεν θεῖν, ὥσπερ οἱ κυβιστῶντες καὶ εἰς ὀρθὸν τὰ σκέλη περιφερόμενοι κυβιστῶσι κύκλῳ, ὀκτὼ τότε οὖσι τοῖς μέλεσιν ἀπερειδόμενοι ταχὺ ἐφέροντο κύκλῳ. ἦν δὲ διὰ ταῦτα τρία τὰ γένη καὶ τοιαῦτα, ὅτι τὸ μὲν ἄρρεν ἦν τοῦ ἡλίου τὴν ἀρχὴν ἔκγονον, τὸ δὲ θῆλυ τῆς γῆς, τὸ δὲ ἀμφοτέρων μετέχον  τῆς σελήνης, ὅτι καὶ ἡ σελήνη ἀμφοτέρων μετέχει· περιφερῆ δὲ δὴ ἦν καὶ αὐτὰ καὶ ἡ πορεία αὐτῶν διὰ τὸ τοῖς γονεῦσιν ὅμοια εἶναι. ἦν οὖν τὴν ἰσχὺν δεινὰ καὶ τὴν ῥώμην, καὶ τὰ φρονήματα μεγάλα εἶχον, ἐπεχείρησαν δὲ τοῖς θεοῖς...

"Era completamente redonda la apariencia de todos los seres humanos, pues tenían la espalda y las costillas colocadas a modo de círculo, y tenía cuatro brazos, y piernas en igual número, y dos rostros en un cuello circular, igual que lo demás. Y una sola cabeza con dos rostros colocados de manera opuesta, y cuatro orejas, y dos órganos sexuales, y todo lo demás como uno podría imaginarse por lo que digo. Caminaba erguido como ahora, a cualquiera de las direcciones que quisiera; y cuando decidía correr rápidamente, como los acróbatas saltan haciendo girar las piernas en círculo, se movían con rapidez apoyándose en las extremidades, que eran entonces ocho. Los tres sexos eran así: lo masculino en un principio era progenie del sol, lo femenino de la tierra, y el sexo con mezcla de ambos era partícipe de la luna, porque también la luna participa de ambos. Eran circulares ellos y su propia manera de caminar, pues son similares a sus progenitores. Y eran temibles en fuerza y vigor, y tenían ambiciosas aspiraciones, así que desafiaron a los dioses..."


Después de varios días peleándonos con la imaginación y mis dibujos en la pizarra, con tal de conseguir representarnos la apariencia que tendría el Andrógino platónico, recordé la existencia de la película (y antes musical de Broadway) Hedwig and the angry inch, dirigida y protagonizada por John Cameron Mitchell. En ella, un grupo de rock liderado por su protagonista Hansel / Hedwig, cuya búsqueda de su identidad y lucha por la supervivencia en un mundo no siempre amable narra el filme. Hace años, mientras cursaba el Máster de Teatro en la UCM, llegó a mi conocimiento este clip, con una de las escenas y canciones de la película, que compartí finalmente con dos de mis alumnas ayer y que dejo aquí como un regalo (que lo es). 

Sé que lo disfrutaréis. 




(Para mis chicos de 3K)

domingo, 17 de febrero de 2013

Moscas, Erinis y poder (o el mito de Electra en el teatro, I)

Hace menos de una semana, digamos que por razones algo "espurias", ha caído en mis manos el drama de J. P. Sartre Las Moscas, una revisión de la Electra de Sófocles que hasta ahora no conocía. Como de costumbre, resulta un gustazo comprobar la vitalidad de los mitos y del aliento de los clásicos en otros clásicos, no tan antiguos, que escriben en lenguas contemporáneas y que, con palabras que no dejan de estar en boga, hablan de asuntos que la colectividad (acostumbrada a esa forma audiovisual nuestra de la transmisión de conocimientos) tiene más recientes. Así es en el caso de la Segunda Guerra Mundial, que constituye el fondo argumental de esta obra a la que dedico la primera de lo que preveo una pareja, tal vez tres, entradas destinadas a hablar de la pervivencia de esta parte del mito heroico argivo. Algo más, y con más mimo, si cabe, que el espacio que consagramos a Edipo en la entrada anterior. No está mal para ir poniendo una pausa a este silencio de más de un mes.

En fin, Las Moscas se escribió y representó en 1943. Los nombres de los personajes principales, las Electra y Clitemnestra, los Egisto y Orestes de Electra de Sófocles, cuyo estreno se remonta aproximadamente al 415 a.C., se mantienen en la versión de Sartre. Se mantiene, o se homenajea, el casus principal del argumento: el anhelo de venganza por el asesinato de Agamenón por parte de sus hijos, la esperanza de la joven protagonista por que llegue a su gris existencia el hermano exiliado, la estratagema para que el usurpador y la viuda de Agamenón crean que Orestes ha muerto y que ya no constituye un peligro. Y se mantiene el escenario, el nombre de Argos. Hay un palacio, unas estatuas y hasta un dios, un Zeus (llamado con su nombre latino en este caso) ambiguo y juguetón, a quien no parecen importarle en absoluto los sufrimientos de los hombres a quienes influye, más allá de la necesidad del cumplimiento del destino. Y hay un destino, un poderoso fatum al que los jóvenes Electra y Orestes se lanzan por necesidad irrevocable, como hicieran Clitemnestra y Egisto en su propia juventud, y que toma la forma reconocible de la Erinis, divinidad (a veces una, a veces triple) castigadora implacable de los crímenes de familia, que reclama la continuidad eterna de la matanza, la sangre para limpiar la sangre, y tras la que no es difícil encontrar referencias a la propia Guerra en la obra de Sartre. 

The Remorse of Orestes de William-Adolphe Bouguereau
El remordimiento, asunto central de la mayor parte de las representaciones pictóricas de Orestes, desde la Antigüedad hasta nuestros días, es seguramente la pasión más nombrada, explícitamente, en Las Moscas. No resulta explícita, en cambio, la idea del destino irrevocable, de la repetición sin fin de las muertes ni de la insaciabilidad de la violencia, aun cuando los personajes son conscientes de todo ello. También lo es la escenografía, que incluye una estatua de Júpiter concebido como un dios de la guerra y de la muerte, con los ojos ensangrentados. Los menos jóvenes. Clitemnestra y Egisto, parecen "estar de vuelta", ya han conocido el crimen, han manchado sus manos y, tal vez como medio de sobrellevar su propio arrepentimiento y hacerlo compatible con su poder absoluto, desprovisto de autoridad, alimentan deliberadamente el miedo como modo de gobierno. Quince años han transcurrido desde la muerte de Agamenón a manos de su esposa y su amante; durante quince años ha tomado forma y raíces una fiesta en la que los muertos, los de todos, salen del más allá para compartir mesa, lecho y tiempo con quienes lo compartieran en vida. Durante quince años nadie se ha rebelado y la sugestión es tal que todos creen padecer lo que Egisto les indica que han de parecer. 
Tras la hermosa anagnórisis con Orestes, Electra mostrará, en una intensa escena repleta de símbolos (el vestido blanco, los espíritus de los muertos, las moscas omnipresentes), que es posible liberarse, dejar atrás el miedo y castigar a los culpables, aunque hacérselo saber a los súbditos aterrorizados exige un alto precio, y en el proceso, ella misma y su hermano se empaparán en sangre que sólo los dioses sabrán lavar...



sábado, 12 de enero de 2013

Los caminos sin fin del Rey Edipo

Es una suerte para un profe encontrarse que alguien le espera con alegría tras las largas vacaciones de Navidad. Volver cuesta terriblemente, sobre todo para quienes tienen a la vuelta de la esquina los exámenes de la segunda evaluación, y la sombra de la PAU cerniéndose hostil a todas horas. Sin embargo, creo que podemos afirmar que nos hemos esforzado y hemos logrado volver a disfrutar en clase de lo que nos tienen que decir César, Catulo, Jenofonte o Platón.

Y si es satisfactorio encontrarse con el entusiasmo y cariño de algunos alumnos, no lo es menos descubrir, en un rinconcito del Departamento, un envoltorio de colores con una etiqueta que reza "Rosa latín". Abrirlo con emoción mal disimulada ante las risillas del joven auditorio y descubrir, disimulando menos todavía (tengo la idea de que la pasión es contagiosa y la deseo para mis alumnos), el mejor de los regalos: un libro. Y viene con DVD. Aquí lo tenéis: una edición trilingüe del Edipo Rey de Sófocles, acompañado del Oedipus der Tyrann de Hölderlin y completado (ya el colmo de lo completo) por la película Edipo Re de Pasolini, de 1967. Griego, Alemán, Castellano (y el italiano de la versión fílmica) reunidos en esta esmerada edición. 

La autora del regalo aún no lo sabe (se lo contaré mientras comemos la semana que viene), pero una vez escribí para cierto trabajo un largo artículo acerca de la adaptación del drama de Sófocles al cine, por parte de Pier Paolo Pasolini. Fue un placer ver con ojos críticos la película y hacer mini-vídeos para mostrar aspectos concretos de lo que se comentaba en el trabajo. Combinar lo clásico y lo moderno -no digo actual, que lo clásico es clásico porque siempre lo es-, compartir con el mundo cuál es el entramado a partir del que funcionan tales combinaciones, tratar simplemente de descubrirlo -no hace falta llegar a Ítaca a la primera, sino saborear el camino- es tal vez el aspecto más delicioso de la investigación, el estudio y la enseñanza de las Clásicas. De modo que aquel trabajo/artículo (que no descarto publicar próximamente, si las labores burocráticas del recién adquirido funcionariado me lo permiten) me sirvió para rascar un poco en la pervivencia del mito de Edipo a través de los siglos, antes de profundizar en los mecanismos cinematográficos de la adaptación concreta.  

Hablar de Edipo supone hablar de un personaje bien conocido, y no por ello manido: nunca se agota lo que tiene que decirle su mito al mundo. Pero, tal vez, se trata de un asunto complejo, un terreno pantanoso donde el drama se confunde con el mito, donde el drama (el de Sófocles, en concreto) alcanza la categoría de mito. El relato más cumplido, el "canónico", es el que el dramaturgo presenta a los atenienses en 425 a.C.  Existieron otras versiones, por supuesto, pero poco queda ya de ellas en el recuerdo colectivo, invadido hasta rebosarlo por la magna obra sofoclea. 
Además, el mito de Edipo es uno de los que mayor influencia han ejercido en la posteridad y ha permitido que otros conceptos que no son mito en el sentido tradicional del término, porque son contemporáneos y no hablan de dioses ni de héroes, alcancen dicha categoría. El caso paradigmático es la célebre formulación llevada a cabo por Freud en su teoría del psicoanálisis, que seguramente sea lo primero que viene a la mente de una persona contemporánea cuando oye el nombre del rey de Tebas: el "complejo de Edipo", a veces también denominado conflicto edípico, se refiere al conjunto de emociones infantiles caracterizado por la presencia simultánea de deseos amorosos y hostiles hacia los progenitores. 

Pero el uso de Edipo por parte de Freud no ha sido el único: desde las tragedias de Sófocles y la de Séneca, el largo poema épico de Estacio, la Tebaida, las reinterpretaciones modernas de Voltaire, Corneille o Hoffmanstal, hasta las adaptaciones cinematográficas, el mito ha recorrido un camino que dista mucho de haber finalizadoEntre las más recientes películas se encuentra un Edipo Alcalde, del colombiano Jorge Alí
Triana, de 1996 (que protagonizaban Jorge Perugorría y Ángela Molina en los papeles de Edipo y Yocasta, y Paco Rabal como el adivino Tiresias), y la de Raúl Ruíz, de 2004, de título Edipo, sin más, que, a pesar de basarse en el espectáculo Edipo Hiperbóreo (parte de una trilogía sobre el exilio) del propio autor, parece deber no poco a la simbólica y muchas veces chocante película de Pasolini.

“La vida acaba donde comienza”, dirá Edipo en el final del film. Y tal vez tengamos que hablar de un movimiento circular de influencias en este caso: también la adaptación de Pasolini me parece canónica en gran medida. Su versión es la más influyente, la más original y lograda desde el punto de vista cinematográfico hasta el momento y las adaptaciones posteriores se endeudan con ella. Antes habían tenido lugar otros intentos de llevar el Edipo al cine, pero el de Pasolini resulta revolucionario y marca un antes y un después en la historia de la tragedia clásica en el celuloide.

Os dejo con uno de los momentos más extraños y originales de la película: el encuentro de Edipo con la Esfinge y su victoria sobre ella. 



Pero se trata sólo una victoria aparente, pues el ser humano es, en sí mismo, un enigma irresoluble.





jueves, 3 de enero de 2013

Lo que significan las Ítacas



Retrato de Kavafis. Ca. 1900.
El próximo 29 de abril se cumplen 150 años del nacimiento de Konstantinos Petros Kavafis, y 70 años de su muerte.

Había nacido en Alejandría en 1863. Su padre era un rico comerciante, tras cuya muerte la familia emprendería el primer cambio de ciudad: a Liverpool. Poco después, tras un breve periodo transcurrido otra vez en Egipto, a Estambul. De nuevo en Alejandría, tras la mudanza definitiva, Kavafis combinaría su actividad poética con su trabajo habitual, como periodista y funcionario del Ministerio de Obras Públicas.

Publicada entre 1891 y 1904, la poesía de Kavafis pasó casi inadvertida durante su vida y se revalorizó tras su muerte, sobre todo durante la década de 1960, en la que alcanzó la categoría de icono gay 

Manuscrito de "Ítaca" del propio poeta.


Kavafis consideró dignos de publicación sólo 154 poemas, tras una profusa labor limae, que refleja el carácter exigente y preciosista del poeta. Imbuye su obra un hondo conocimiento de la historia de Grecia clásica, de Roma y de Bizancio, una atención irónica a las sombras de algunos de sus hitos y, en sus poemas amorosos, una sensualidad no exenta de un sentimiento de culpa enraizado en el cristianismo.  

Auguramos para este 2013 no pocas entradas relacionadas con Kavafis, dada la celebración de su "centenario y medio" que irá, previsiblemente, acompañada de fastos culturales y musicales en el marco del que ha de ser el VII Seminario de Literatura Neohelénica en la UCM (véase un precedente aquí). 

De este particular seguiremos informando en lo sucesivo. Por el momento,  os dejamos con "Ítaca", uno de los poemas más señeros de Kavafis, y tal vez de los más conocidos por el público general. El español es traducción de Pedro Bádenas de la Peña (lo encontraréis en el volumen C. P. Cavafis. Antología poéticaAlianza Editorial, Madrid 1999). El griego lo hemos sacado de esta interesante web


Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.


Σα βγεις στον πηγαιμό για την Ιθάκη,
να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος,
γεμάτος περιπέτειες, γεμάτος γνώσεις.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον θυμωμένο Ποσειδώνα μη φοβάσαι,
τέτοια στον δρόμο σου ποτέ σου δεν θα βρεις,
αν μεν' η σκέψις σου υψηλή, αν εκλεκτή
συγκίνησις το πνεύμα και το σώμα σου αγγίζει.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον άγριο Ποσειδώνα δεν θα συναντήσεις,
αν δεν τους κουβανείς μες στην ψυχή σου,
αν η ψυχή σου δεν τους στήνει εμπρός σου.
Να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος.
Πολλά τα καλοκαιρινά πρωϊά να είναι
που με τι ευχαρίστησι, με τι χαρά
θα μπαίνεις σε λιμένας πρωτοειδωμένους,
να σταματήσεις σ' εμπορεία Φοινικικά,
και τες καλές πραγμάτειες ν' αποκτήσεις,
σεντέφια και κοράλλια, κεχριμπάρια κ' έβενους,
και ηδονικά μυρωδικά κάθε λογής,
όσο μπορείς πιο άφθονα ηδονικά μυρωδικά,
σε πόλεις Αιγυπτιακές πολλές να πας,
να μάθεις και να μάθεις απ' τους σπουδασμένους.
Πάντα στον νου σου νάχεις την Ιθάκη.
Το φθάσιμον εκεί ειν' ο προορισμός σου.
Αλλά μη βιάζεις το ταξείδι διόλου.
Καλλίτερα χρόνια πολλά να διαρκέσει
και γέρος πια ν' αράξεις στο νησί,
πλούσιος με όσα κέρδισες στο δρόμο,
μη προσδοκώντας πλούτη να σε δώσει η Ιθάκη.
Η Ιθάκη σ'έδωσε τ' ωραίο ταξείδι.
Χωρίς αυτήν δεν θάβγαινες στον δρόμο.
Άλλα δεν έχει να σε δώσει πια.
Κι αν πτωχική την βρεις, η Ιθάκη δε σε γέλασε.
Έτσι σοφός που έγινες, με τόση πείρα,
ήδη θα το κατάλαβες οι Ιθάκες τι σημαίνουν.



¿Sabéis ya qué significan las Ítacas? Dedicadle, al menos, un pensamiento. Y no dejéis de disfrutarlo.